email print share on Facebook share on Twitter share on LinkedIn share on reddit pin on Pinterest

MUCES 2013

Love Eternal: Ian y los muertos vivientes

por 

- La Muestra de Cine Europeo de Segovia acoge estos días la proyección del segundo largometraje de Brendan Muldowney: una coproducción entre Irlanda, Luxemburgo, los Países Bajos y Japón

Love Eternal: Ian y los muertos vivientes
Robert de Hoog y Amanda Ryan

Cuando aún era un niño, Ian vio de cerca la muerte en dos episodios inolvidables: su padre murió mientras jugaba con él con unos walkie-talkies y una compañera del colegio se ahorcó en un bosque cercano. Cuando su madre fallece, lo que queda en pantalla es una especie de hikokomori de rostro casi inexpresivo (Robert de Hoog) que a sus 26 años es “un ser humano defectuoso” que se vale de las instrucciones y los consejos prácticos reunidos en la “biblia” que su madre le dejó escrita.

Del planteamiento inicial de Love Eternal [+lee también:
tráiler
ficha de la película
]
, sumado al hecho de que para su segundo largometraje, el director y guionista Brendan Muldowney adapta una novela del japonés Kei Oishi, conocido por obras de terror como Apartamento 1303, podría inducirse que estamos ante una película de género. Sin embargo, ya desde los primeros minutos, la límpida fotografía de Tom Comerford y la banda sonora de Bart Westerlaken, tan etérea como insistente, guían al espectador por la senda de la comprensión y la empatía hacia un personaje a priori deshumanizado y monstruoso.

(El artículo continúa más abajo - Inf. publicitaria)
Hot docs EFP inside

En efecto, Ian, en un intento por acabar con su vida inhalando el humo de su coche en marcha, verá cómo una familia llega a su mismo escondite forestal de Irlanda y se le adelanta en sus intenciones suicidas, dando inicio a una paulatina apertura a la sociedad; primero, a través de la necrofilia, y, después, mediante su asistencia a mujeres desesperadas. Los personajes que encarnan Emma Eliza, Amanda Ryan y Pollyanna McIntosh son las fases de la evolución que experimenta el protagonista en su reconciliación con el mundo, desde los muertos hasta los vivos.

Para tratar de llevar su arriesgada apuesta a buen puerto, Muldowney pasó cuatro años en preproducción y año y medio en posproducción. El resultado, de inmaculada factura, deja entrever su influencia nipona en su atmósfera de fábula, si bien consigue imprimir un carácter más europeo a la historia. 

(El artículo continúa más abajo - Inf. publicitaria)

¿Te ha gustado este artículo? Suscríbete a nuestra newsletter y recibe más artículos como este directamente en tu email.

Privacy Policy