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BERLINALE 2023 Encounters

Lois Patiño • Director de Samsara

“Quise hacer una película para disfrutar con los ojos cerrados”

por 

- BERLINALE 2023: El cineasta gallego habla sobre su tercer largometraje, un tránsito no sólo geográfico, sino también espiritual y sensorial en su camino de experimentación audiovisual constante

Lois Patiño • Director de Samsara

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supone el regreso de Lois Patiño al Festival de Berlín, en cuya sección Encounters se estrena su tercer largometraje tras haber visitado este certamen antes, en 2020 con Lúa vermella [+lee también:
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, en la sección Forum, y en 2022 con el corto El sembrador de estrellas.

Cineuropa: Tu nueva película, sobre todo en su fase de tránsito entre sus dos mitades, posee algo de hipnótico.
Lois Patiño:
Con Samsara redoblo mi apuesta por el cine que me interesa, como experiencia meditativa y contemplativa. En su parte central el film se convierte en una experiencia de meditación colectiva: una experiencia íntima e introspectiva, con el espectador cerrando los ojos durante 15 minutos, escuchando sonidos. Esto puede convertirse en algo potente en una sala llena de gente.

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De tus tres largometrajes, quizás en este último el sonido tiene más importancia.
En esa parte central el guía es el sonido, que articula la experiencia lumínica. Y en las partes de Laos y Zanzíbar queríamos algo desnudo –sin muchas capas sonoras– pues en Lúa vermella necesitábamos texturas, pero aquí –como mezclamos documental y ficción– queríamos que fuera una escucha de los lugares. Por eso Xabier Erkizia utilizó unos micrófonos que ampliaban esa experiencia sonora y de escucha.

¿Por qué decidiste rodar en lugares tan distantes de Europa como Laos y Tanzania?
El proyecto nace, como todas mis películas, de una exploración formal del lenguaje cinematográfico. En Costa da Morte [+lee también:
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exploré la distancia, en la segunda investigué la inmovilidad y aquí quería explorar lo invisible. Ahí es cuando pensé en la posibilidad de hacer una película para ver con los ojos cerrados. Di con El libro tibetano de los muertos y vi que era un texto óptimo para ligarlo a esta experiencia de cine para ver con los ojos cerrados. A partir de ahí necesitaba un primer país de religión budista para poder introducir el libro y, después del tránsito, quería un lugar distinto en todos los sentidos: paisaje, cultura, marco religioso, personalidad, carácter de la gente… Y de casualidad me invitaron a impartir un taller de videoarte en Tanzania, conocí Zanzíbar y me pareció el lugar óptimo. Me interesa mucho el cine etnográfico y antropológico, con Samsara me lanzo a hacerlo fuera de Galicia, deseo que siempre he tenido.

En el rodaje hay momentos de mucha proximidad, tanto a los monjes de Laos como a las familias de Tanzania… ¿Cómo se logró la comunicación con ellas?
Ese fue el mayor hándicap: acercarte y comprender la realidad de países cuya lengua desconoces completamente. Al ser una película de bajo presupuesto, sólo viajamos desde España cuatro personas: dirección de fotografía, sonidista, alguien de producción y yo. El resto del equipo (asistentes de sonido, cámara y producción) era local y esto nos ayudó a repasar los diálogos con ellos y evitar intrusiones nuestras. Además, yo estuve durmiendo en el templo de los monjes varias noches para conocer sus rutinas mejor y de los 300 novicios que viven allí, algunos hablan inglés: esos fueron elegidos como actores.

¿Por qué hay dos directores de fotografía en Samsara, Mauro Herce y Jessica Sarah Rinland?
Como hablamos de reencarnación, quería que cuando nos reencarnáramos en la segunda parte de la película nuestra mirada y la forma de relacionarnos con esa realidad cambiaran.

¿Y rodasteis en épocas muy distanciadas?
En Zanzíbar es fácil entrar, pero no en Laos, país comunista de partido único, controlador, por lo que tuvimos que escribir varias versiones del guion hasta que nos lo aceptaron y pudimos rodar allí; una persona del gobierno estuvo siempre controlando la filmación. Y grabamos las dos partes el año pasado: en marzo en Laos y en junio en Zanzíbar, dos meses en cada país, entre preproducción y unos 15 días de rodaje en cada sitio.

En la pantalla vemos que algunos monjes usan mascarillas y otros manejan teléfonos móviles...
La película tiene algo de anacrónico, de grabada en otra época, pues vamos a lugares en marcos culturales y de conducta muy rígidos, que vienen siendo así generación tras generación, pero los monjes poseen móviles pues así tienen una vía de escape a su encierro y de conexión con el exterior. También he querido retratar modos de vida que no estamos acostumbrados a ver: las salas de cine están dominadas por lo occidental y siento que es importante reflejar otras minoritarias no tan vistas, para mostrar que la vida puede ser experimentada de muchas maneras distintas. Vemos dos países sacados fuera del tiempo, pero Samsara es absolutamente contemporánea.

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