SAN SEBASTIÁN 2023 New Directors
Farhad Delaram • Director de Achilles
"Mi película es una llamada a los artistas a comprometerse más con los retos del mundo real"
por Martin Kudláč
- El cineasta independiente iraní habla sobre lo que le inspira, el trasfondo sociopolítico de Irán, su amor por las road movies y sus experiencias de colaboración con Europa

Cineuropa se ha sentado a hablar con el cineasta independiente iraní Farhad Delaram, conocido por su célebre cortometraje Tattoo, que fue galardonado con el Oso de Cristal en la 69.ª Berlinale y se proyectó en más de 70 festivales internacionales. Achilles [+lee también:
crítica
entrevista: Farhad Delaram
ficha de la película], el primer largometraje de Delaram, acaba de proyectarse en la sección New Directors de San Sebastián tras haber gozado de un estreno a nivel mundial en el Festival de Toronto. El director nos ha hablado sobre lo que le inspira, el trasfondo sociopolítico de Irán, los retos de sortear la censura, sus experiencias de colaboración con Europa y su amor por las road movies y el cine poético.
Cineuropa: ¿Qué te impulsó a querer contar una historia con el actual clima sociopolítico de Irán como telón de fondo?
Farhad Delaram: En 2019, a pesar de que acababa de ganar el Oso de Cristal en Berlín, empezaron a surgir en mí ciertas dudas acerca del verdadero propósito de mis películas. De hecho, el malestar social en Irán me abrió los ojos acerca de la desconexión entre los artistas y las auténticas luchas del pueblo. Este fue el contexto en el que me inspiré para escribir un guion en el que un artista —que refleja mis propios dilemas— aprende de la gente corriente. Mi película constituye todo un llamamiento a los artistas para que se impliquen más a fondo con los retos del mundo real.
Como cineasta iraní, ¿cuál es tu forma de abordar los retos de la censura y el control político en tus historias?
En mi opinión, son muchos los cineastas independientes —entre los que me incluyo— que nos hemos sentido limitados. Hay temas que evitamos tratar por miedo a represalias o a la censura. Aunque la censura nos ha atormentado durante más de cuarenta años, existe en nosotros un deseo innato de contribuir al valor de la narración en nuestro país. Tomé la decisión de hacer esta película con la mayor honestidad posible, dejando de lado las metáforas sutiles que solemos utilizar para abordar temas delicados. Creo que enfoqué este proyecto de la forma más auténtica posible, sin dejar que la censura me frenara en ningún momento.
¿Por qué te decantaste por el género de las road movies?
Este tipo de películas siempre me ha fascinado. Me vienen a la mente películas como Malas tierras o las de Andrey Zvyagintsev. Al principio, mi guion no estaba pensado para una road movie; mi objetivo no era otro que el de construir una relación matizada entre los personajes, una relación romántica que no se desvinculara de la realidad. A través de este viaje, quería que el personaje del artista redescubriera su propósito y volviera a utilizar su arte como medio para reflexionar y tener un impacto en la sociedad.
¿Y no fue especialmente difícil rodar una road movie en Irán?
Hacer la película fue un reto inmenso, con el escaso presupuesto como principal inconveniente. Los problemas se dispararon cuando, a las tres semanas de empezar con el rodaje, empezaron a producirse importantes manifestaciones por todo el país. Esto provocó frecuentes interrupciones; cada dos días nos paraban y nos interrogaban sobre nuestras actividades, y eso no hacía más que retrasarnos más y más. El viaje de 2.000 km, combinado con las distracciones externas, constituyó un verdadero reto.
¿Qué es lo que tanto te atrae del cine poético?
Siempre me ha llamado la atención este tipo de cine centrado en la atmósfera y el estado de ánimo. Aunque "poético" no sea el término exacto, surge de mi profundo aprecio por el cine y la literatura. Michelangelo Antonioni, por ejemplo, es un director que siempre me ha apasionado. Siempre que me siento decepcionado con el cine moderno, recurro a clásicos como La aventura, de Antonioni, o Un condenado a muerte se ha fugado, de Robert Bresson. Aunque no abundan los diálogos, estas películas te sumergen en sus escenarios y atmósferas.
¿Diste cabida a la improvisación durante el rodaje?
Me considero un cineasta de la vieja escuela. Habrá incluso quien me llame estricto, porque siempre tengo un storyboard detallado que incluyo directamente en el guion. Siempre indico dónde hay que cortar; no dejo que las cámaras sigan rodando solo porque estemos en la era digital. Sin embargo, cuando se trata de mis intérpretes, especialmente con los protagonistas, me gusta pasar dos meses con ellos antes de rodar. No se trata solo de ensayar, sino de permitirles que me conozcan tanto a mí y como a sus personajes. Nos solemos pasar un mes entero haciendo ensayos formales, con el principal objetivo de impulsar la química y el ritmo adecuados entre ellos. Durante esta fase preparatoria, estoy abierto a la improvisación. No obstante, el acuerdo al que llegamos para el enfoque final queda grabado en piedra.
¿Cuál es el origen de la colaboración europea en tu proyecto?
Dejé el cine en 2019. Cuando me decidí a volver, empecé a escribir Achilles en Irán. A finales de 2019, me invitaron a una residencia artística en la Academia de Arte de Berlín. Parecía el momento perfecto para volver al cine, sobre todo por la distancia y la perspectiva que Berlín me ofrecería. Sin embargo, solo tres semanas después de comenzar mi residencia, la pandemia llegó a nuestras vidas y neutralizó mis oportunidades de establecer contactos. A pesar de ello, conseguí producir dos cortometrajes independientes durante mi año en Berlín. Estos proyectos me permitieron conocer a dos productores alemanes. Cuando vieron el primer montaje de Achilles, que había financiado con mis propios medios y la ayuda de mi hermano y de algunos de mis amigos, quedaron bastante impresionados. Al final, toda la posproducción tuvo lugar en Europa. Ahora divido mi tiempo entre Irán y Berlín.
En colaboración con
(Traducción del inglés)
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