Costa-Gavras • Director de El último suspiro
"¿Que haría si no hiciese películas?"
por Jan Lumholdt
- El aclamado director grecofrancés, que ha recibido el Premio a la Carrera en Estocolmo, aún hace gala de una carrera activa a sus 91 años

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ficha de la película] en la 72.ª edición del Festival de San Sebastián, el director grecofrancés Konstantinos “Kostas” Gavras presenta ahora su nuevo trabajo en la 35.ª edición del Festival de Estocolmo. El eterno y respetado cineasta de 91 años al que se le conoce en el mundo del cine como Costa-Gavras, autor de títulos como Z, Desaparecido y La caja de música, ha recibido también este año el premio a la trayectoria en Estocolmo, y parece notablemente satisfecho de ser homenajeado en lo que él llama un país único en términos de cine.
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ficha de la película], tu anterior película, y fuiste galardonado con el premio Glory to the Filmmaker. Ahora nos encontramos en Estocolmo, y podríamos decir que el escenario es parecido, ya que has estrenado una nueva obra y has recibido un premio por tu trayectoria. ¿Trabajas actualmente por necesidad, o solo cuando sientes un verdadero impulso de filmar una determinada historia?
Costa-Gavras: Ambas cosas. ¿Qué haría yo si no hiciera películas? También es cierto que no me resulta tan fácil hacer películas como antes. La imaginación y el método permanecen intactas, pero hay que tener en cuenta la energía que la película necesita del director, puesto que se trata de una figura que tiene que estar ahí en todo momento para poder atender a todos en el plató. Llega una edad en la que se vuelve difícil levantarse a las 6 todas las mañanas y estar en constante movimiento todo el día.
El año pasado se publicó en Francia el libro Le dernier souffle : Accompagner la fin de vie, de Régis Debray y Claude Grange. ¿Qué te llevó a adaptarlo?
Régis Debray, que es amigo mío, me envió el libro. A mi edad, desde hace algunos años, pienso de vez en cuando en el final; he llegado al punto en que soy consciente de que es una realidad que se acerca. Son muchos los amigos a mi alrededor que ya no están, y prueba de ello es que, tras la muerte de Jacques Perrin en 2022, soy el único que queda de Z a día de hoy. Así que estuve pensando en cómo acabarán las cosas, con suerte en una situación ”agradable”, sin sufrimiento pero con dignidad. El libro abordaba algunos de estos aspectos, por lo que decidí adaptarlo.
La sinopsis lo llama “un ballet poético”, lo cual resulta de lo más intrigante...
¡Sí! Ese es exactamente el efecto que pretendía que tuviera la descripción.
Tu reparto es impresionante, con figuras tan talentosas como Ángela Molina, Hiam Abbas y Charlotte Rampling, por nombrar solo algunas de las personas. Algunas de estas personas interpretan papeles pequeños pero potentes, ¿dirías que son tus viejas amigas?
Algunas de ellas lo son, pero también es verdad que no las conocía a todas. Sin embargo, a Charlotte sí que la conocía, así que acudí a ella. “Tengo aquí la intervención más corta de tu carrera. ¿Te gustaría leerla?”, le dije, y ella no dudó en hacerlo. Y, para mi sorpresa y alegría, accedió a participar en el proyecto. Lo asombroso fue que, mientras escribía el guion, vi por casualidad su foto en una revista reciente y, de hecho, utilicé esa foto como inspiración para el mismo personaje que ella iba a interpretar.
No estarás trabajando en otra película, ¿verdad?
Lo cierto es que sí [risas].
Todavía te faltan algunos años para alcanzar a Manoel de Oliveira.
Ah, sí. Como bien sabrás, soy el presidente de la Cinemateca francesa, y le recibimos cuando cumplió 100 años, justo cuando acababa de hacer una película. “Hasta dentro de un año, Manoel”, le dije, y al año siguiente estaba de vuelta con otra película. Sin embargo, no me veo “superándole”.
Él solía decir que su año cinematográfico favorito era 1927-28 por películas como Amanecer, La pasión de Juana de Arco o Napoleón. ¿Cuál dirías que es tu época favorita?
Tiene toda la razón del mundo. Hace poco restauramos Napoleón en la Cinemateca, y sigue pareciéndome extraordinaria. Mi mejor época fue en París, a mediados de los años 50, cuando entró en juego otro tipo de cine, con las películas americanas de Elia Kazan, las italianas, que eran un placer a la vista y también hablaban de la sociedad; las francesas, que se estaban convirtiendo en la Nouvelle Vague; y el cine sueco y del norte, un tipo de cine diferente y asombroso que los países pequeños eran capaces de hacer. Era único. La Nouvelle Vague recibió una enorme influencia de directores como Bergman y muchos otros.
Hasta la fecha, has dirigido 20 largometrajes. Tu gran “éxito” sigue siendo Z, recordado y conmovedor a día de hoy. ¿De qué te sientes más orgulloso en tu filmografía?
Hannah K., sobre el conflicto entre Israel y Palestina, ha llegado a ser importante para mí, sobre todo por haberla hecho entonces, en 1983. Aborda un tema que sigue siendo candente a día de hoy. Por lo demás, prefiero cuando otros me cuentan que se han topado con mis películas, o incluso cuando las cantan. Hace poco cené con un director iraní, Nader Saeivar, que de repente prorrumpió en el tema de Z, y eso fue algo que me conmovió profundamente.
(Traducción del inglés)
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