Harris Dickinson • Director de Urchin
"Para mí, los papeles de director y actor están definitivamente muy alejados"
por David Katz
- La estrella emergente, tanto delante como detrás de la cámara, habla sobre su potente primer largometraje como director, sobre un joven sin hogar atrapado en una espiral

Por sus interpretaciones en títulos como El triángulo de la tristeza [+lee también:
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ficha de la película] y Babygirl, queda claro que Harris Dickinson es un joven actor de gran talento, dispuesto a tomar decisiones provocadoras y dotado de una integridad que sin duda le habrá ayudado a hacerse con el papel de John Lennon en los próximos biopics sobre los Beatles. Sin embargo, fue su visita al Criterion Closet (ver el vídeo), donde hablaba con elocuencia sobre Kenji Mizoguchi, Harmony Korine y otros cineastas, lo que animó a este redactor a entrevistarlo, ahora que su debut como director, Urchin [+lee también:
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ficha de la película], está causando sensación en festivales de todo el mundo.
Siguiendo a Mike (Frank Dillane, galardonado como mejor actor en la sección Un Certain Regard de Cannes), un veinteañero sin hogar y alcohólico, por el este de Londres mientras intenta dejar la bebida y ganar algo de dinero, Urchin se inscribe de lleno en la tradición del realismo social del país, pero además se anima con una veta onírica y fantasmagórica, ofreciendo una mirada cercana a lo que supone vivir al límite en la Gran Bretaña de hoy. El tema puede parecer manido, pero, como en las últimas películas de Ken Loach, da buena cuenta del impacto de la austeridad de los gobiernos del Reino Unido desde la década de 2010 hasta ahora.
Hemos hablado recientemente con Dickinson para saber más sobre la película, que se proyecta esta semana en el Dinard British & Irish Film Festival, antes de su estreno en el Reino Unido e Irlanda de la mano de Picturehouse Entertainment.
Cineuropa: ¿Siempre te pareció natural abordar este tema en tu primer largometraje? ¿De dónde surgió inicialmente la premisa?
Harris Dickinson: Era una cuestión que me importaba mucho. La adicción, en concreto, siempre estuvo muy presente a mi alrededor. Y en la película, la falta de vivienda es casi una consecuencia de ello, más que el tema principal, por así decirlo. Dediqué mucho tiempo a investigar: trabajé con distintos asesores, entré en prisiones y hablé con diversas organizaciones implicadas en la supervisión de la libertad condicional, la reforma penitenciaria, la justicia restaurativa… Una cosa alimentó a la otra: mi trabajo en la comunidad nutrió el guion y viceversa. Justo antes del primer confinamiento, quería implicarme en causas y descubrí el gran trabajo que realizan en Londres las organizaciones Project Parker y Under One Sky. No quería limitarme a sentarme detrás de un teclado y decir: “Esto está mal”.
¿Intentabas abordar algún malentendido que la gente pueda tener hoy sobre las personas sin hogar? ¿O reflexionar sobre su relación con la salud mental?
Si puedo retratar a alguien que navega por un conjunto de circunstancias muy precarias, con una historia y unos traumas complejos, la conclusión que saque el espectador ya no depende de mí. Y si puedo hacerlo priorizando la ausencia de juicio y de mensajes morales tajantes, contando la historia de Mike de una forma honesta y a través de una mirada cariñosa, probablemente afloren perspectivas que quizá no teníamos.
El encuentro de Mike con Simon (Okezie Morro), el hombre al que agrede, es uno de los momentos más potentes de la película. ¿Cómo planteaste esta escena y su impacto en lo que sucede después, cuando todo se tuerce todavía más?
Creo que, en buena parte de estos procesos de justicia restaurativa, la finalidad es que víctima y agresor se dirijan el uno al otro y reparen el daño: que recuerden los hechos desde su propia perspectiva, encuentren respuestas o perdón y recuperen el control del relato. En la mayoría de los casos, funciona. En un número muy reducido de personas, no. Puede ser muy duro y desafiante. Y creo que Mike era alguien que, en aquel momento, pensaba que estaba preparado para afrontarlo.
En cuanto a tu crecimiento como director, me recuerdas a Brady Corbet, que también actuó para muchos autores afines a su sensibilidad. ¿Ves tu recorrido como actor y como director entrelazado de esta manera?
Una faceta alimenta a la otra de formas diferentes. Creo que he aprendido muchísimo como actor en lo que respecta al proceso de estar en un set, a ser vulnerable y estar expuesto, y a lo que significa sostener ese espacio como director. Sin duda, me interesan los autores y las visiones únicas e íntegras. No obstante, para mí los papeles de director y actor están definitivamente muy alejados. En el segundo, quiero entrar en otro universo y confiar en mí dentro de él, mientras que, como director, ¡quiero ser más bien un maniático del control!
Tras trabajar con la directora de fotografía Josée Deshaies, ¿has disfrutado de las obras recientes de Bertrand Bonello?
Bonello es una leyenda. Fue una locura que Josée aceptara rodar con nosotros, de verdad. Es casi delirante. Acabo de volver a ver Casa de tolerancia [+lee también:
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ficha de la película]. Y, claro, también está La bestia [+lee también:
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ficha de la película]. Me encanta el encuadre de Josée, también en Passages [+lee también:
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ficha de la película]. Es muy elegante y deja mucho espacio a la interpretación y al lenguaje corporal. Y la forma en que ve el mundo me resultó fascinante. Nunca había estado en Londres. Tiene estándares altísimos, y eso me encanta.
(Traducción del inglés)
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