Crítica: Maria’s Silence
por Līga Požarska
- BERLINALE 2024: La película de Dāvis Sīmanis está llena de referencias históricas y compleja poesía visual, aunque sea una de sus ficciones más clásicas hasta la fecha

Hace un año, Dāvis Sīmanis anunciaba en la radiotelevisión pública letona que su próximo largometraje sería una película imposible de filmar, pero que lo intentarían de todas formas. El resultado es Maria’s [+lee también:
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ficha de la película], uno de los ejemplos de narración más lineales y sencillos de la reciente filmografía creativa de Sīmanis. A diferencia de sus películas anteriores (Exiled [+lee también:
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ficha de la película]), el último trabajo de Sīmanis, proyectado en la sección Forum de la Berlinale, adopta una estructura más convencional para contar una historia de gran intensidad, la que ofrece la biografía de Marija Leiko y la época histórica en la que se desarrolló.
Maria’s Silence, escrita por el director junto con Magali Negroni y Tabita Rudzāte, describe los dos últimos años de la vida de Leiko (1887-1938), actriz letona de teatro y cine que alcanzó el estrellato en Alemania durante la época del cine mudo. Una vez convencida de los ideales socialistas, Leiko se queda en la Rusia de Stalin y acepta a regañadientes unirse a la compañía teatral letona de Moscú llamada “Skatuve” (que se traduce como “Escenario”). Una vez allí, pronto se da cuenta de la naturaleza siniestra del totalitarismo y de su horrible control sobre el individuo.
La película es bastante exigente, ya que requiere del espectador un amplio conocimiento de historia y cultura, además de cierta alfabetización visual. Entre los personajes emblemáticos a los que hace referencia se encuentran la destacada directora de teatro letona Asja Lācis (una feroz interpretación de Inese Kučinska) y el fundador de Skatuve, Osvalds Glāznieks (Vilis Daudziņš, que nunca decepciona). Sin embargo, la compañía mantiene ante todo una identidad colectiva. Ninguna de las personalidades destaca realmente, lo que es una pena, teniendo en cuenta la magnitud de su tragedia.
El caleidoscopio de traidores, informadores y oficiales de la NKVD resume la cobardía y la maldad de los títeres del régimen. Por su parte, los actores brillan en sus respectivos papeles. Uno de los mejores ejemplos lo encontramos en la escena en la que el personaje de Artūrs Skrastiņš, Jēkabs Peterss (uno de los fundadores de la Cheka), bebe de forma frenética y luego tiembla al revelar su traición a Leiko.
Las referencias literarias son cruciales, añadiendo una gruesa capa simbólica. Es como si la película hubiera sido escrita por Alberts Bels. A través de los textos del poeta letón Rainis, los actores de Skatuve plantean preguntas retóricas sobre la luz que lucha contra la oscuridad. Tanto Rainis como el comunismo creían en el individuo del futuro, y el resultado es de sobra conocido por los biógrafos de Rainis y los ciudadanos del antiguo bloque soviético.
La elección de la relativamente inactiva actriz letona Olga Šepicka para el papel protagonista parece una decisión meticulosamente estudiada para revivir tanto a Leiko como a Šepicka. Su Leiko es una mujer digna y enigmática: lacónica en su discurso y regia en su postura. La interpretación de Šepicka culmina progresivamente en un retrato desgarradoramente táctil de una persona arruinada.
Una vez más, Sīmanis trabaja con su colaborador creativo habitual, el director de fotografía Andrejs Rudzāts. La elegante monocromía delata un gran ojo para el detalle, emergiendo como una poderosa metáfora visual tanto de la dureza de la Gran Purga de Stalin como del pesado aire de Moscú. Las imágenes en blanco y negro también son un homenaje al expresionismo alemán, que definió la carrera de Leiko.
La ambiciosa recreación histórica es obra de la diseñadora de producción Kristīne Jurjāne. Desde las amenazadoras proporciones del retrato de Stalin hasta los fastuosos detalles y texturas de la escena de la cena, todo está cuidadosamente elaborado y colocado. Sin embargo, aunque el uso de camareras desnudas podría evocar el baile de Satán en El maestro y Margarita, ilustrando la decadencia y la hipocresía de la policía moral soviética, lo cierto es que resulta un poco excesivo.
Maria’s Silence es una visión hermosa y artística de la ocupación y del régimen que la sustentaba. Incluso hoy en día, un oficial del FSB puede entrar en un teatro y aplastarlo. En ese sentido, los crímenes de Rusia y la URSS siguen pasando desapercibidos en Europa Occidental, por lo que Berlín es el lugar perfecto para el estreno de la película.
Maria’s Silence es una coproducción entre la letona Mistrus Media y la lituana Broom Films.
(Traducción del inglés)
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