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Stéphane Brizé • Director

"La complejidad está en lo que no se muestra, lo que no se dice"

por 

- VENECIA 2016: El cineasta francés Stéphane Brizé habla sobre El jardín de Jeannette, presentada en competición en Venecia

Stéphane Brizé • Director
(© la Biennale di Venezia - foto ASAC)

En su séptimo largo, El jardín de Jeannette [+lee también:
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Q&A: Stéphane Brizé
ficha de la película
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(Une vie), Stéphane Brizé adapta el clásico Una vida, de Guy de Maupassant; el film está protagonizado por Judith Chemla, Yolande Moreau y Jean-Pierre Darroussin, y ha sido proyectado en competición en el 73er Festival de Venecia.

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¿Qué es lo que te atrajo hacia el extraordinario personaje de Jeanne?
Stéphane Brizé: La belleza de su manera de ver el mundo, lo que algunos podrían llamar su ingenuidad, su candor, su intensidad. Su inmensa fe en el Hombre, que también es su tragedia. Cuando di mis primeros pasos en la edad llamada adulta, tenía un poco esa misma mirada, me costaba hacer el duelo del paraíso de la infancia, en el que las cosas parecen realmente sencillas, en el que tenemos la impresión de que alguien es bueno cuando sonríe. Pero la vida tiene muchos más matices, es más dura, más violenta, hay que adquirir mecanismos de defensa, mantener la distancia con ciertas personas, sin caer en el cinismo, que es una forma de derrota. Yo he tenido que pasar por esta experiencia, que al final ha sido bastante traumática, y lo que me llegaba muy hondo era que Jeanne no sabe, o quizás no quiere o no puede, recorrer ese camino. Ella sigue fatalmente aferrada, y eso resulta a un tiempo bello y trágico. Esa paradoja me parecía muy conmovedora.

¿Cómo ha sido el trabajo de adaptación, particularmente la construcción de los diferentes niveles temporales?
Yo intento saber hacia dónde quiero ir, siempre tengo una necesidad de definirlo cuanto antes. Pero luego, me prohíbo saber cómo voy a llegar hasta ese punto. El rodaje se ha desarrollado en tres períodos: septiembre, otoño e invierno. Entre estos períodos, comencé a montar. En la primera parte del rodaje, filmé a los personajes durante cinco semanas: en la playa, caminando, sentándose ante el fuego, etcétera. Eso era lo que estaba escrito en el guión, así que no hacía más que filmar lo que ya había decidido, rumiando mientras tanto varios flashbacks. Al mismo tiempo, me dije que si montaba esas secuencias, sería muy aburrido. En ese momento, tuve una fuerte corazonada de que la historia se iba a contar mediante el choque violento de sonidos e imágenes que no habían sido escritos necesariamente para ser partes de un conjunto, pero que exigían convivir unidos. Ese fue un momento extraordinario en la labor con la montadora: hemos tenido experiencias que han abierto puertas extraordinarias en la narración. La película, en ese punto, ha seguido escribiéndose, pero ya guardaba la semilla de esa relación tan segmentaria con el tiempo, que había ido germinando desde la escritura del guión.

¿Por qué has elegido ese formato, y por qué sueles filmar a la protagonista de perfil?
En cinemascope, con mi cámara al hombro —porque ya había decidido que en ningún caso filmaría sobre trípode—, tenía la impresión de forzar la naturalidad, la modernidad, y me parecía que quedaba un poco anticuado. Con el 1,33, un poco cuadrado, casi obsoleto, con un carácter muy singular, tenía la impresión de ir en la dirección adecuada. Queda muy orgánico, emocional. Y este marco también se identifica con el aprisionamiento de Jeanne: es su caja. Además, había que lograr que el exterior coexistiera con todo el mundo interior de Jeanne, porque la naturaleza está muy presente; la vemos, pero sobre todo la percibimos a través del sonido, que con frecuencia son inusualmente fuertes: el viento, la lluvia... Porque estamos ante una mujer que cree en la naturaleza, en la tierra, y todos estos elementos inducen lo que pasa en su psique. En cuanto a los perfiles y los 3/4, para mí la mejor perspectiva suele ser aquella que no lo muestra todo. Es algo que intento trabajar desde el guión. Una historia lleva al espectador de la mano desde un punto A a un punto B, pero la complejidad está en lo que no se muestra, lo que no se dice. Esos espacios vacíos sirven al espectador para crear su propia historia, de manera que, si surge una emoción, no surge tanto de lo que está pasando en la pantalla, sino de la propia historia del espectador. Hay que mostrar lo suficiente para que el espectador no se pierda, pero que tenga algo de autonomía en la narración. Y cuando se filma a los actores, sucede algo parecido: filmar a alguien de frente a veces revela demasiadas cosas.

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(Traducción del francés)

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