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BERLINALE 2016 Sección oficial

Hedi, un viento de libertad, o la emancipación masculina

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- BERLÍN 2016: La primera película de Mohamed Ben Attia narra la liberación de un joven, ahogado por una forma tradicional de represión, practicada en este caso por sus principales víctimas: las mujeres

Hedi, un viento de libertad, o la emancipación masculina
Madj Mastoura y Omnia Ben Ghali en Hedi, un viento de libertad

"Ya sabemos lo que va a pasar," dice Hedi (Madj Mastoura), héroe del primer largometraje del tunecino Mohamed Ben Attia, Hedi, un viento de libertad [+lee también:
tráiler
ficha de la película
]
—que se proyecta en la sección oficial de Berlín—, a su joven prometida Khedija (Omnia Ben Ghali), con la que va a contraer matrimonio en unos días, siguiendo los planes de su madre, ansiosa de que su hijo pequeño se instale en la casa renovada que linda con la suya, ya que su primogénito se ha marchado a vivir en Francia. En efecto, el plan de futuro de Hedi está determinado de antemano. Ya no queda más que ejecutar los rituales tradicionales entre las dos familias, y la madre de Hedi (Sabah Bouzouita) le echa tantas ganas que este último solo tiene que esperar en silencio, mientras sigue con los frecuentes desplazamientos que le exige su trabajo de comercial.

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Sin embargo, pronto nos damos cuenta de que el mutismo de Hedi se parece más a la incomodidad que a la sumisión serena ante la voluntad materna. La calma aparente de su rostro, que la cámara no deja de seguir casi ni un momento, es traicionada por su mirada inquieta, un poco perdida. Y luego, de pronto, en medio de este oasis que es el hotel en el que se aloja durante su misión —un complejo para turistas alemanes a pie de playa—, nos damos cuenta de que Hedi se está ofreciendo a sí mismo una especie de despedida de soltero —en compañía de una de las animadoras del hotel, Rym (Rym Ben Messaoud), una tunecina treintañera y calurosa que vive su vida libremente y viaja a menudo—, y que su matrimonio representa para él un momento fatídico en el que las cartas estarán echadas y tendrá que decir adiós para siempre a su sueño de convertirse en dibujante de cómics.

Pero en el momento en que Rym —de quien Hedi se está enamorando fácilmente, alegremente, sin reservas, por primera vez en su vida— le indica que su deseo de convertirse en dibujante no encaja con la definición de sueño, sino más bien con la de "proyecto", un sentimiento nuevo se despierta dentro de Hedi: la idea de que no tiene por qué sacrificarse. En ese momento, Hedi le pregunta a Khedija qué es lo que quiere realmente, qué quiere ella, y ve que ella es incapaz de responder, más allá de hablar del matrimonio, tal y como lo han previsto sus familias, como si ella ni siquiera comprendiera la pregunta —ni, por extensión, la noción de identidad propia y de voluntad personal no determinada por las costumbres familiares—.

La originalidad de Hedi, un viento de libertad, no reside solamente en el hecho de que Ben Attia relate la emancipación de un hombre de las tradiciones que sofocan, generalmente y ante todo, a la mujer, sino también en que esta voluntad de independencia se la inspira la libertad de una mujer; la figura de Rym sirve de comparación con respecto a los otros personajes femeninos, que se revelan como paradójicos garantes del estado de cosas: la madre, instigando el matrimonio, pero también Khedija al someterse de buen grado, sin cuestionar nada.

Este retrato sensible y sutil de la sociedad tunecina a través de la historia de un treintañero moderno, ahogado por las costumbres atávicas, ha sido coproducido por la compañía tunecina Nomadis Images, junto a la productora belga de los hermanos Dardenne, Les Films du Fleuve, y la francesa Tanit Films.

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(Traducción del francés)

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