15/11/2016 - A través de un personaje perdido en una historia que retorna sin cesar a su comienzo, el serbio Filip Kovacevic replantea la eterna pregunta: "¿quién soy, de dónde vengo, adónde voy?"

El director, guionista y productor serbio Filip Kovacevic (matemático de formación), que ha sido uno de los invitados del 26º Festival de Cine de Europa del Este de Cottbus, ha confiado a Cineuropa que su primer largometraje, Incarnation [+lee también:
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ficha de la película], seleccionado en la sección Spektrum, es, antes que la historia de un hombre perdido, una obra de tintes existencialistas que no solo sirven de premisa, sino también de mecanismo narrativo que impulsa el thriller durante todo su metraje.

Ciertamente, el personaje principal (Stojan Djordjevic) —cuyo nombre ignoramos, pues él mismo lo ha olvidado, como constata al despertarse, al principio del film, en un banco en una plaza animada del centro histórico de Belgrado— va a vivir a lo largo de toda la película una situación de eterno retorno a un punto idéntico, o casi. Sin ninguna idea de quién es ni de qué debe hacer, ni de quiénes son los hombres de máscaras blancas que le matan una y otra vez, devolviéndole al punto de partida, el mismo banco, tendrá que probar todo lo que se le ocurra para escapar a este ciclo y comprender qué es lo que le pasa. 

Con la paranoia y el clima de persecución que le rodea, el héroe se encuentra exactamente en la misma situación que un personaje de un videojuego, y este paralelismo va dibujándose de manera cada vez más neta a medida que la película avanza, corroborado por el movimiento de la cámara y los ángulos escogidos, la repetición lacerante de un acorde de película de acción, ominoso y cargado de suspense, tocado por unos cobres en crescendo, la topografía de la acción (de la plaza a la que volvemos una y otra vez a los numerosos túneles y pasillos que el personaje recorre, los interiores extraños que descubre, pasando por una extensión desierta de película fantástica), los objetos y pistas que nuestro héroe va recogiendo o la impasibilidad de las caras, comenzando por las de las máscaras de los malos. 

De este tipo de universo de ficción, cuya forma Kovacevic imita con audacia (aunque el joven realizador considera los videojuegos más como una influencia que como una referencia directa), el cineasta adopta también en gran medida los límites (es decir, la indeterminación), de un modo que llama a la reflexión en torno a la misma noción de relato. Su héroe, a quien no perdemos de vista casi en ningún momento, y cuyas decisiones determinan la manera en que todo se mueve a su alrededor (o a la inversa, el modo en que todo permanece en un estado casi estático cuando él se detiene), es en efecto un personaje en búsqueda de su autor que no se da cuenta de que lo que busca desesperadamente ya está en su interior.

Al vislumbrar esta posible respuesta, su absoluto anonimato deja de ser una ausencia de información para adquirir un significado particular, y nuestro héroe comienza así a equiparar su propia alienación a la de los demás (por no decir la de todos) ante la existencia y el destino, tan desesperanzadores como una ficción incompleta cuyo sentido no se desvela sino al final, cuando ya la hemos dejado. 

La película ha sido producida por VOID Pictures y coproducida por Viktorija Film. 

(Traducción del francés)