24/04/2012 - La ópera prima del sevillano Alfonso Sánchez se convierte en el primer fenómeno del Festival de Málaga de este año

Gamberra, frenética, insultantemente viva. El domingo llegó el primer fenómeno a la 15ª edición del Festival de Cine Español de Málaga y lo ha hecho en la sección ZonaZine. Se titula El mundo es nuestro, resultado de la desbordante pasión, a veces incluso excesiva, de sus jóvenes creadores, con el director y guionista Alfonso Sánchez a la cabeza. Los dos pases que el certamen había programado se han quedado pequeños enseguida y la organización ha decidido realizar dos más, cuyas entradas se han agotado en pocas horas.

“Er Cabesa” y “er Culebra”, dos ladronzuelos de poca monta de un barrio marginal de Sevilla, deciden llevar al mundo un poco de justicia social. Eso sí, a su manera o, mejor dicho, a la de su héroe, “el Dioni”: atracar un banco y huir con el dinero a Brasil. Pero el atraco se tuerce cuando caen ellos mismos rehenes de un desesperado empresario cargado de bombas que amenaza con hacer explotar la sucursal.

Los rehenes son un microcosmos de la Sevilla en tiempos de crisis: el parado que hace chapuzas con su cuñado, el empresario sin escrúpulos, la pareja presionada por la necesidad de sacarse una hipoteca, la cajera alienada por su trabajo mal pagado y la limpiadora con hijo madurito a su cargo. Cuando la opinión pública conoce la situación, se desencadena un circo mediático y social imprevisible.

El mundo es nuestro, realizado con apenas medio millón de euros, parte de los cuales conseguidos a través de crowdfunding, tiene desparpajo a raudales, diálogos divertidos y brillantes (aunque quizás difíciles de comprender fuera de Andalucía) y personajes carismáticos. La fuerza que emana es tal que pone en segundo plano sus defectos (la trama protagonizada por la policía es mucho más débil que la del banco, el guion tiene algunos altibajos y en la segunda mitad coquetea peligrosamente con la épica) y la escasez de medios (las escenas más ambiciosas, sobre todo aquella con muchedumbres, traicionan su bajo presupuesto). Pero es que hay películas, y El mundo es nuestro es una de ellas, cuyo encanto reside en su impetuosa imperfección.